Las consideraciones de las artes sobre el desarrollo humano son complejas y presentan significativas contribuciones para la comprensión integral del ser humano, considerando sus génesis social y cultural (en este sentido, nos hacen diferentes e iguales al mismo tiempo). El desarrollo de la humanidad como especie no solo tiene base biológica, sino educativa y comunicativa. Es decir, los procesos de desarrollo humano han pasado de sustentarse en lo biológico para basarse en procesos fundamentalmente simbólicos y es el pensamiento el que se implica en los cambios eficaces de la realidad (…)
El pensamientos es, pues, el lugar desde el que se construyen y realizan los sistemas relacionales que se realizan en contextos sociales donde la actividad humana es culturalmente mediada, porque es precisamente consecuencia de la acción comunitaria. El compromiso con la producción de estos sistemas de relaciones, así como el desarrollo de personas creativas capaces de orientar la realidad hacia la potenciación de prácticas sociales que promuevan condiciones éticas y estéticas de existencia, se basa necesariamente en el reconocimiento de la educación artística como importante herramienta para el desarrollo humano. Esta dimensión estética resulta fundamental porque se refiere a la formación necesaria para la comprensión de las representaciones sociales y culturales desde el compromiso con la propia vida, con la riqueza y la diversidad de la condición humana, la cual se construye a través de la actividad singular y colectiva en continua transformación. En la experiencia estética se fundamentan las propuestas educativas que ofrecen posibilidades para transformar a realidad e inventar modos de trascenderla y de orientarla hacia una vida digna para todos (basada en una experiencia estética sostenida por las relaciones humanas).
La experiencia estética permite establecer relaciones sensibles con las estructuras que establecen y conforman las personas con la realidad, con los otros y consigo mismas, en la medida que permiten imaginar e inventar otras posibles formas de pensar y representar el futuro. Por ello, la educación estética resulta relevante en la construcción de formas colectivas de subjetividad en todos los escenarios enfocados al desarrollo del ser humano, teniendo como principales ejes: la constitución del sujeto (entendido como un movimiento permanente en relación a los otros), las relaciones y compromisos con la ética, la afectividad y la actividad creativa en contextos de enseñanza aprendizaje (la educación artística implica, de esta manera, también compromisos, ya que no existe aprendizaje sin promover cambios para la igualdad).
Una función total de las artes encaminada a una educación estética que procure, fundamentalmente, la formación integral de las personas para que se reconozcan como seres sociales e históricos capaces de crear y recrear su propia existencia. En definitiva, promover la experiencia estética como función de las artes significa propiciar el encuentro vital con los diferentes campos del saber y del acceso al conocimiento, pero también es hallar disfrute en los pequeños acontecimientos cotidianos, es sublimar las relaciones como manera de ser y estar en el mundo, desde una estatización de las relaciones hasta la preocupación por la sostenibilidad del medio ambiente, etc.
JAVIER ABAD
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